Bad news
Ayer me enteré que Jess había muerto.
Me quedé dura, petrificada, triste. No lo podía creer. A pesar que desde 2006 no estábamos en contacto, sus fotografías me hacían sentir cerca de ellas. Quizás cuando la muerte irrumpe, es cuando te das cuenta que la fotografía es representación pura y que las relaciones son mucho más que ello y hay que cuidarlas.
Jess fue una de las madres que participó en el proyecto Madres Lesbianas en San Francisco.
Cuando la conocí, Deb, su compañera, estaba embarazada. Las dos habían decidido tener un hijo juntas y para eso fueron a un banco de esperma.
Yo presencié el parto, fue emocionante, todas terminamos llorando al son de las lágrimas de Mateo, el recién nacido. Una experiencia inolvidable.
Pero en esa semana no fue el único nacimiento que presencié. En cierta forma Jess también había vuelto a nacer. La semana anterior al nacimiento de su hijo, Jess tuvo un transplante de hígado. Había estado en una lista de espera por siete años. Cuando recibió la llamada de que había un órgano disponible no tuvo mucho tiempo para decidir, si no lo hacía inmediatamente se lo daban a otra persona.
La operación fue un éxito y Deb la acompañó más barrigona que nunca, sólo faltaban unos días para el parto.
Jess era una tipa dura pero sensible eso sobre todo lo descubrí cuando llegó Mateo. Detrás de su coraza había un gran corazón. Recuero la primer pregunta que me hizo cuando la conocí. -Are you lesbian?
– no
– not yet.
Yo con apenas 26 años y un inglés que dejaba mucho que desear me quedé muda. Y poco a poco nos fuimos conociendo y encontrando puntos en común.
Estuve un mes esperando con ellas a Mateo, que no quería salir de la barriga de su madre, llegó una semana más tarde de lo previsto. Recuerdo el momento del parto, tres generaciones de mujeres esperando al bebé en la sala de parto. Las dos madres, la madre y la abuela de Deb, y la hermana de Jess. Las dos abuelas y yo con cámara en mano.
Fue muy intensa la experiencia, algo que no podré nunca olvidar.