Un minuto de calma
Dicen que el misterio del jet lag es que, cuando nos trasladamos en grandes distancias, el alma tarda más tiempo en llegar que el propio cuerpo. Eso lo dice William Gibson en su libro Mundo Espejo y me pareció acertado. A mi alma le pasó algo parecido, y cuando llegó a Estados Unidos no sabía si estaba en el año 2000 o 2010. Retomar el contacto con Liz, Jane y Joan y sus hijos es impactante. Yo también me veo en el espejo del tiempo, con diez años más y un proyecto que pretende hacer del primero algo más complejo no solo en el discurso, sino también en la cuestión creativa y técnica. Y aseguro que no es fácil.
Trabajar en vídeo, con dos cámaras, es algo que aún no termino de asimilar. Cuando con la fotografía me siento invisible, me integro e intento alterar la cotidianidad lo menos posible, con vídeo sucede todo lo contrario. Desembarcamos dos personas en una casa, Eliana y yo, trípode, micros, mochilones, soud check, white balance y las preguntas en mano. Este abordaje toma unos veinte minutos.
Yo hago la cámara fija en trípode y las preguntas y Eliana la cámara en mano, ¡cómo me gustaría poder hacerla yo!, de repente me convertí en «directora» sin darme cuenta, no deja de causarme gracia.
Quería hablar de Eliana desde que la conocí, pero la cascada de entrevistas y problemas técnicos no me dejó tiempo. Ahora rumbo a Massachusetts (en un bus con internet!) aprovecho a escribir.
Eliana es una realizadora asturiana que radica en NYC hace tres años. Mi amigo Jason, del colectivo Not an Alternative me puso en contacto con ella. Me interesaba que la persona que trabajara conmigo en este proyecto fuera una mujer. Eliana a demás de tener un buen trabajo, de hablar castellano, adaptar su presupuesto por amor al arte, controla todo lo que yo no controlo a nivel técnico. El valor añadido a demás era que le gustaba el proyecto y estaba entusiasmada en formar parte de él.
Nos conocimos vía Skype primero y el martes pasado en persona. Ese día me presentó a Lahoe, una alumna suya de la New York Film Academy y que trabajaría conmigo el Día de Acción de Gracias, ya que ella tenía un compromiso familiar y nadie que tenga familia cerca suele trabajar esa día.
Nos juntamos las tres en casa de Eliana, en el Bronx un día antes de Thanksgiving. Llevé el equipo, lo revisaron, lo probamos y hablamos del proyecto en inglés. Después de ver que todo estaba en orden para grabar el día siguiente por la mañana, Lahoe se fue y comenzó el parloteo en castellano. Eliana, como buena española encendió un cigarro, sólo faltaron las birras.
26 de Noviembre, Manhattan.
Liz tiene un bello y grande apartamento en la 16th Street y la 6t Av. Ahora vive sola pero a demás lo usa para su consulta, ella es psicoterapeuta. Wolfe, su hijo vive en el campus universitario en Colorado desde el verano pasado.
Ya conté en un post anterior qué es lo que había pasado con la serie de entrevistas con Wolfe y Liz. La posibilidad abierta de tener la segunda entrevista con Wolfe y su madre juntos, lamentablemente, se terminó cancelando. Finalmente, gracias a la cámara que me dejó Rick de Big Noise Films, pudimos hacer la última entrevista con Liz, a solas junto a las fotos del pasado, las que tomé hace diez años. Esa parte de la entrevista es casi terapéutica, es lo que hablamos con Liz después de la entrevista. Remueve muchas cosas, muchos sentimientos, pero es parte de la complejidad de este nuevo proyecto.
En este caso hay dos refranes que se pisan uno al otro: una imagen vale más de mil palabras. Pero hay quien dice: ojos que no ven, corazón que no siente.
PD:
Y como dice otro refrán, lo que no entra por los ojos, entra por los oídos.
Por eso aquí dejo un trak con la música de Wolfe Margolies, el hijo de Liz.