No somos números Una acción contra los desahucios
Otra de las expresiones que adoptó la crisis (el capitalismo de crisis) desde el inicio fue los desahucios. En los primeros tres años de la crisis, hubo en España más de 350.000 desahucios, unos 532 al día, uno cada ocho minutos, más o menos. Así es como hablaban de ellos los medios de comunicación, como números. Pero los desahucios no son números; son personas con cara y ojos.

El proyecto «No somos números» sale del Taller de Acción Fotográfica (TAF!), un taller que imparte Oriana Eliçabe en el centro de Enmedio desde 2011 de manera casi permanente. En el TAF! nos dedicamos a investigar las infinitas posibilidades que ofrece la fotografía a la hora de intervenir en los conflictos sociales. «No somos números» lo creamos en colaboración con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y su pretensión fue siempre la de plantar cara al problema de la vivienda: literalmente.
Lo hacía de tres modos distintos. En primer lugar, «No somos números» era un espacio de encuentro entre personas que estaban a punto de ser desahuciadas de sus casas. La pérdida del hogar es algo que desestabiliza absolutamente una vida. Un desahucio afecta siempre al conjunto de la vida familiar, al trabajo, a la salud, es la dinamita que hace estallar por los aires la estabilidad mental de cualquiera que lo sufre. Los asistentes a nuestro taller se encontraban todos en una situación muy vulnerable. En este tipo de circunstancias, la necesidad de apoyo se torna completamente esencial. Nuestro taller trataba en primer lugar de responder a esta necesidad.
En segundo lugar, «No somos números» era un taller de fotografía. Los asistentes, todos ellos amenazados de desahucio inminente, compartían su historias personales, les retratábamos y juntxs diseñabamos la acción directa fotográfica resultante del taller. Cuando los retratos estaban listos e impresos a gran tamaño, comenzaba la tercera y última parte de este proyecto. La parte de la intervención pública.

La acción fotográfica que llevábamos a cabo con «No somos números» trataba de relacionar visualmente a todas aquellas personas que estaban a punto de perder sus casas con los responsables directos del desahucio. La propia persona que aparecía retratada era quien pegaba su fotografía en la fachada del banco que quería expulsarle de su casa. Y lo hacía acompañada de otras muchas personas que se encontraban en su misma situación.
Este acto, además de ayudar a identificar a los responsables de un sistema injusto, otorgaba a los afectados un gran poder. Este ritual repetido infinidad de veces, además de otorgar fuerza, dignidad y autoestima a los afectados, ayudó, también, a que mucha gente comprendiese el problema de los desahucios en un simple golpe de vista y, por lo tanto, apoyase la lucha de los afectados. Además, la exposición continuada de estas intervenciones en la prensa contribuyó a que las entidades bancarias a anularan algunos de los desahucios más inminentes.
«No somos números» fue un ritual colectivo de esos que venimos practicando los humanos desde el principio de los tiempos. Un acto de magia que empleaba la (auto)representación para enfrentarse a las poderosas fuerzas que nos abatían. Un acto de presencia colectiva que mediante el uso de las imágenes plantaba cara a los heraldos de la muerte, sobreviviendo a las circunstancias más adversas. Algo parecido a lo que hacían los hombres y las mujeres de las cavernas cuando, con sangre y cenizas, se representaban danzando con una lanza en la mano alrededor del fuego para enfrentar los peligros que acechaban en la más profunda oscuridad de la noche.