Una posibilidad Historia personal en pandemia
El coronavirus nos mostró una posibilidad, puso en modo “pausa” el frenético estilo de vida que asumíamos como normal y abrió un tiempo y un espacio que decidimos habitar de otra manera, sin prisas, poniendo los cuidados en el centro.
El pasillo que conecta nuestro piso con el de Paola y Leo ha desaparecido, nos convertimos en una sola familia, ya no somos tres, ahora somos cinco.
La comunidad nos brinda un espacio de seguridad, imposible de encontrar en las calles; menos aún en las noticias. Aprovechamos para mirarnos por dentro y por fuera. Acompañarnos, imaginar otra vida posible.
Salir no es un acto de libertad. Mascarilla, guantes, alcohol, paranoia. La calle bajo el estado de alarma tiene más reglas que nunca, incluso hace visible aquellas que antes no éramos capaces de percibir.
Hay días de incertidumbre, miedos y ansiedad. Noches largas, insomnes. Nos acompañamos en silencio.
Nuestra pequeña hija Tina, disfruta de esta familia extendida, para ella los abrazos no han sido vedados, al contrario, nos brinda todos aquellos que no podemos dar a nuestros seres queridos.
Pasan los días, pasan las estaciones del año, pero de alguna manera el tiempo parece haberse detenido. Después de 43 días salimos a la calle con ella, ya no hace frío como en los primeros días de la cuarentena. El aire huele a primavera.
En la plaza Tina nota la presencia de los árboles, mira a los niños a su alrededor . Se da cuenta de que no es la única niña en este mundo de encierro.
“¡Árbol grande!” balbucea en su incipiente lenguaje, apenas tiene 2 años. Tomo conciencia de las dificultades de la cuarentena para ella, para todos los pequeños que no fueron tenidos en cuenta por los que marcan las reglas.
Las salidas cambian la dinámica del encierro. Aún seguimos disfrutando de las noches silenciosas, de las golondrinas que llegan con la primavera y de la posibilidad de tomar esta experiencia como una oportunidad.