Autorretrato
Este texto, en realidad, es una adaptación de una ponencia que me encargaron para FOTOSUR con el título «Realidad social y discurso político en la mirada actual de la fotografía latinoamericana». Pero como no soy teórica, sino fotógrafa, tomé la decisión de escribirlo partiendo de mi propia experiencia. Este post es un poco largo, por lo cual lo amenicé con fotos para cada capítulo. Y mas allá de hablar de mi experiencia y las transformaciones que trajeron en mi vida, creo que no solo puede ser un autorretrato sino mi propia caricatura. Por eso creo que ayudará a conocernos mejor, a saber quién es la interlocutora (orianomada), y orientar hacia dónde quiero enfocar este blog. Ahora si, pues, presten atención al “click” que empieza la sesión.
Caminante no hay camino…
Por herencia o por tradición, mi familia paterna había optado por la abogacía y la POLÍTICA. Cumplir 18 años significaba afiliarse al partido.
Desde pequeña, cuando me preguntaban qué me gustaría ser cuando fuera grande, respondía: «no se, pero abogada no». Al cumplir los 18 no firmé ningún papel. A los 20, mis padres firmaron el permiso que me autorizaba salir del país (Argentina), rumbo a México, con mi cámara y los pocos ahorros que había conseguido en un par de años en mi incipiente carrera fotográfica.
Habiendo estudiando la escuela primaria durante la última dictadura militar y la secundaria en una tibia democracia, que ante mis ojos no proponía nada transformador, y que en cierta forma seguía negando las diferencias, como por ejemplo, el estudiar los pueblos originarios como objeto del pasado o una África que brillaba por su ausencia y que jamás fuera estudiada porque, al parecer, el tiempo lectivo no había sido suficiente, y-tampoco-y-de-todas-formas-no-tenía-mucha-importancia.
Digamos que crecí, y tanto la POLÍTICA, como el derecho, me seguían produciendo esa especie de alergia (bueno, el derecho aun me la sigue produciendo) así que decidí conocer mejor América Latina por mis propios medios, con mis propios ojos.
La POLÍTICA no se aprende. La política se construye.
En mis primeros años de fotógrafa en la Ciudad de México, colaborando con un periódico vespertino (a veces también con el matutino) en la clásica condición de «colaboradora permanente» (hasta que alguien dijera lo contrario). Fui topándome con el realismo mágico de la POLÍTICA. Un día, uno de mis jefes me pidió que fuera a fotografiar al nuevo presidente de México, un tal Colosio. ¡Cómo no me había percatado de las elecciones! ¿sería mi alergia? No, no lo era. Era el juego de la democracia. Evidentemente Colosio no era presidente, era el candidato del PRI (Partido Revolucionario Institucional), es decir, sería el próximo presidente sin lugar a dudas.
Pero como decía mi abuela materna, esposa de electricista, no de abogado, «siempre hay que dejar un lugar para la duda». Tenía razón, mientras estaba en un viaje en Nueva York, habían asesinado a Colosio en el Estado de Baja California.
Esto me dio que pensar, siempre que estaba fuera algo sucedía. Unos meses antes, mientras estaba en Cuba, el EZLN (Ejercito Zapatista de Liberación Nacional) se había levantado en armas. Y anteriormente cuando regresaba de Australia la devaluación conocida como efecto tequila me había dejado sin trabajo. Pensé entonces que, en lugar de salir debería entrar, para entender mejor lo que pasaba.
Al poco tiempo, empecé a colaborar con la AFP (Agencia France-Presse) y fue cuando supe que abrirían una oficina en Chiapas. Conseguí que me enviaran, con salario pero sin contrato, como fotógrafa-encargada de la región. Cumplí mis 23 años en el avión que me llevó desde la Ciudad de México a Tuxtla.
El mundo al revés se ponía de pié y mi norte comenzaba a ser el sur. Por fin mis ojos leían lo que los periódicos no querían ver.
Creí que mis fotos servirían para contar lo que allí sucedía, al tiempo me di cuenta que no era tan fácil. Pero el intercambio de palabras con milicianos e indígenas de la región en esos largos tiempos de espera bien conocidos por la prensa, la lectura de comunicados que contenían una gramática diferente y la experiencia de ver esos postulados en lo real, me enseñó que la política solo se podía vivir, no contar, heredar o inculcar. Así fue entonces, como en la selva Lacandona, curé mi alergia hacia esa maltratada palabra.
Autonomía y Distribución
El tiempo fue pasando y las publicaciones nacionales e internacionales no me satisfacían. Mas de una vez el mate matutino me supo mas amargo que de costumbre al encontrar una de «mis» fotos con un epígrafe que engañaba al lector y me hacía sentir, en cierta forma, una traidora a mis ideas.
Tenía como compensación que algún que otro libro, exposición o revista, publicaba de vez en cuando alguna de mis fotos sin ninguna otra intermediaria que la gratuidad, y como moneda de cambio, la honestidad y la recaudación para las comunidades en resistencia, causa que consideraba y considero justa. Eso era mi consuelo.
Algo que había impactado en mí era el poder comunicacional que el EZLN había desarrollado. Por un lado y en sus inicios, había sabido muy bien cómo manejarse con los grandes medios. Su táctica guerrillera era la comunicación.
Por otro lado había despertado en el mundo, no una conciencia de solidaridad rancia y pasiva, sino todo lo contrario, un ansia de co-participación, rompiendo los estigmas del indígena desvalido y haciendo sentir protagonistas a personas de todas partes del hemisferio.
Recuerdo cuando en 1999 las consignas zapatistas estaban el las calles de Seattle bloqueando la cumbre del OMC (Organización Mundial de Comercio). Una nueva manera de comunicarse bastante utilizada por la guerrilla del sureste mexicano estaba a la orden del día: Internet . Allí nace, lo que posteriormente fuera una red global, Indymedia , con su slogan «no odies a los medios. Sé los medios.»
El movimiento «antiglobalización», inspirados en el zapatismo, se auto-representaba, creaba su propia iconografía a través de sus medios. La publicación abierta hacía que cualquier persona fuera un corresponsal y pudiera no solo escribir una crónica sino compartir sus fotografías y vídeos. Fue una de las primeras manifestaciones antagonistas en la Web 2.0 o internet social.
Por aquella época yo seguía en Chiapas y no sabía nada de Indymedia. Pero necesitaba salir del corset que la agencia me ponía. Decidí «renunciar», si así puede decir una persona que jamás tuvo un contrato en casi cuatro años, y pasar a ser lo que se conoce como free-lance. En realidad quería desarrollar mis proyectos sin nadie que limitara el tiempo de trabajo e investigación, y asegurarme que la distribución fuera la que creyera mas conveniente para cada uno de los reportajes.
Así lo hice, y a su vez, dejé México. Quizás fue una sentencia y no una dedicatoria lo que escribió una persona muy especial para mi al dedicarme su libro: «Aunque quieras no te irás. Nadie que aquí viene se puede ir. Sale y Vale». Era cierto, nunca me pude ir del todo.
Amor y desamor
El amor me llevó al “viejo continente”, más precisamente a Barcelona. El desamor me regresó a la tierra.
Después de un mal viaje, en una Europa donde no pasa nada. Donde no sabía cómo soportar el mono de adrenalina, recordé, que la adrenalina que llevaba en mi cuerpo, era producto de toda la violencia que había vivido. La matanza de Acteal, los desalojos de los municipios autónomos, asesinatos a manos de grupos paramilitares y fuerzas de «seguridad», etc. ¿Por qué buscaba más muerte y destrucción?
Aquel día decidí que quería fotografiar también la otra parte de la vida, aquella que no fuera solo la muerte. Comencé con un trabajo que me llevó tres años realizarlo y cinco años más publicarlo: «Madres Lesbianas«. Trabajar en occidente sobre este tema , y sobre todo en un país tan católico como España, no era tarea fácil. Menos aún hablando de la homosexualidad femenina y al mismo tiempo cuestionando la institución familiar.
Pero mis viajes a México y América Latina continuaron desde mi nueva base de operaciones. La «Caravana del Color de la Tierra» que iniciaron desde Chiapas al Distrito Federal el Subcomandante Marcos, 23 comandantes del EZLN y la sociedad civil debía ser la continuación de un trabajo, que había iniciado entre el ‘95 y ‘99, y que ahora pretendía seguir mostrando la construcción, y no solo la destrucción, una elección acertada, creo, y por la cual siempre habían apostado los zapatistas.
Después de ese viaje tuve dos publicaciones. En una tuve la suerte de trabajar junto al escritor Manuel Vázquez Montalbán entrevistando a Marcos. En otra, con Guiomar Rovira, entrevistando a las comandantas zapatistas. La primera salió en la revista española Interviú y la segunda en Woman, una revista femenina. ¿Esquizofrenia? no, elección.
Una foto con la cara de Montalbán y el Sup, aparecía pequeñita en portada junto al desnudo pecho de una esbelta señorita. El titular de las mujeres zapatistas aparecía en la portada junto a otra bella y delgada dama, pero esta vez bien vestida. Nunca hubiera permitido que la publicación fuera a la inversa, un tema de género en una revista con claros tintes sexistas. Pero visto esto, me di cuenta que mi poder de elección de free-lance no era tan grande como imaginaba en un inicio. Se trataba de elegir entre lo que había, lo menos peor. De todas maneras no dudo que tuviera su parte positiva publicar unos artículos de esas características en una Interrviú, donde el pasamontañas se lleva menos que la ropa. Y en un Woman, donde las mujeres no pueden hablar sin maquillaje. Otra vez me hallaba en la encrucijada.
De lo individual a lo colectivo
Para el 2001 Barcelona bullía. La ciudad albergaría la cumbre del BM (Banco Mundial), ¡por fin otro evento internacional que alejara a Barcelona de la península Ibérica y la pusiera más cerca de Europa! Desde las Olimpíadas que no recibía semejante homenaje…
Es verdad, había mucha gente que quería sorprender al BM y rápidamente di con ellos. Las Agencias , un colectivo que aglutinaba diseñadores, videastas, fotógrafos, algún sindicalista, artistas, techies y gente proveniente de los movimientos sociales.
Este grupo había surgido después de un taller denominado «La Acción Directa como una de las Bellas Artes» donde los mayores exponentes del arte activista habían participado.
No tardé en formar parte de este laboratorio de ideas y haceres. El arte y la política mezclados en su máxima potencia, irreberentes, deseosos.
Cada uno desde su individualidad aportaba al colectivo. Éste, a su vez, sumaba y compartía conocimientos a partir de los talleres, construyendo una respuesta colectiva a la imposición de formas culturales, estilos de vida y económicos.
Fue así como descubrí otras maneras de distribución y de aplicación de la fotografía. Entre todas buscamos una manera de que la fotografía, o el arte en general, no solo quedara en la representación. Y aprovechando que la producción de simbología estaba en nuestras manos la transformaríamos en guerrilla de la comunicación.
Los procesos de creación colectiva fueron muy importantes para ayudarme a salir del trabajo individual y solitario que a veces tenemos los fotógrafos.
Uno de los tantos talleres que organizamos para esa época fue con un grupo de acción directa no violenta conocidos como “los invisibles”.
Se decidió ampliar a tamaño plotter (1.10mts. aprox.) unas fotografías que cubrieran unos «escudos» que protegerían a los manifestantes de las características cargas policiales con gases lacrimógenos y pelotas de goma.
El nombre del grupo inspiró la edición fotográfica orientada hacia dos objetivos: 1) los escudos servirían también como una exposición ambulante 2) las fotografías deberían ser de personas invisibles para el Poder.
Allí entraron las fotos de las mujeres zapatistas manifestándose en la selva. También entraron las madres lesbianas, y los inmigrantes. Todas la fotografías habían sido tomadas por integrantes de Las Agencias.
Pero el objetivo más importante era que en el caso de que hubiera una carga policial se haría visible lo invisible. La representación de El Poder (la policía en este caso) golpeando con sus porras las imágenes de los diferentes, de los invisibles, se haría manifiesto en las instantáneas de las decenas de fotógrafos que registrarían las protestas. Finalmente una imagen valdría mas que mil palabras.
Las intervenciones urbanas continuaron, para el 2002 hubo acciones delante de empresas vinculadas en la última gran crisis económica Argentina. Plotteres con fotos de la situación argentina fueron adheridos al suelo con fibra de vidrio en la entrada de la corporación española Telefónica. Otros tantos denunciaban la injusta ley de inmigración en las calles del Raval de Barcelona. En la calle Génova, un plotter recordaba el aniversario del asesinato del joven manifestante Carlo Giulianni en manos de los carabinieris italianos durante la cumbre del G8. También hubo intervenciones en el metro con fotos que no se publicaban en la prensa. Y muchas cosas mas.
Ojos que no ven, corazón que no siente
Creo que mostrar las injusticias que se sufren en el mundo, debido al desequilibrio «norte-sur» generado por las empresas y el mal funcionamiento de las instituciones es algo necesario. Pero no se puede olvidar y dejar de lado la construcción social y las luchas que, mas allá de las dificultades, generan grandes o pequeños cambios a un ritmo propio, no impuesto. Es necesario que esas transformaciones, esas luchas, esas construcciones sean enseñadas al mundo, aunque los medios de comunicación masivos no cedan espacio a acontecimientos que no estén bañados por el sensacionalismo o el folcklor. Enseñar esa realidad es tarea nuestra, intentando provocar en los demás las ganas de colaboración, y no solo aquel sentimiento de «solidaridad» (palabra maltratada y vacua gracias a gobiernos y ONG’s oportunistas).
Ese es el sentido que pretendo llevar a cabo en mi trabajo. Desde la lucha y la construcción colectiva, este blog forma parte de este desafío.
Separar nuestro ser fotógrafo de nuestro ser social (político) es algo no solamente ridículo sino imposible. La subjetividad es determinante para romper las barreras de comunicación impuestas desde fuera (a veces también desde dentro) que pretenden silenciar los logros y la independencia que nosotros como individuos protagonistas de la realidad social estamos siendo parte.
Ante esas barreras impuestas por países o grupos empresariales que ven como una amenaza las transformaciones, la autodeterminación de los pueblos, hay que responder encontrando maneras de romperlas, atravesarlas, tergiversarlas, utilizando desde la mítica radio bemba (de boca en boca) como las nuevas tecnologías y nuevos modos de hacer. Así mismo debemos ser creativos a la hora de distribuir nuestras imágenes. Y con esto no solo me refiero a formatos de publicación, sino también de cómo registramos nuestras imágenes. Las licencias Copyleft o la Creative Commons han abierto una forma de darle mas libertad a las imágenes, al conocimiento, siempre respetando al autor dotándolo de más libertades a la hora de la distribución y rompiendo con instituciones que monopolizan los derechos de las mismas.
Si no damos visibilidad a las transformaciones sociales construidas desde abajo, las que el Poder no quiere ver, serán como aquel postulado filosófico en el que una pluma cae en el desierto y que nadie ve caer. ¿Será verdad este suceso si nadie lo ha visto?¿si no hay testigo o registro alguno de aquella pluma?
Pero lo cierto es que todos y todas estamos viendo caer esa pluma. Ahora es necesario que la proyectemos al mundo, utilizando la manera mas adecuada en cada momento, sea en una intervención urbana, en una publicación de un medio alternativo o masivo, en nuestro blog o en una exposición callejera.
Porque esa pluma, esa imagen, al igual que las personas, que el conocimiento, no debería entender de fronteras.